jueves, 3 de noviembre de 2011

Aunque no te conozco

Lo sé, no te conozco.
Apenas dos instantes en medio de un océano de tiempo,
dos encuentros, dos tiros,
dos impactos certeros de tu boca en mis ojos
no pueden ser bastante.

Lo sé, no me lo digas.
Quizá soy de otra raza, de aquellos que sucumben al encanto de un verso,
de los que no resisten la mirada inocente de una mujer hermosa,
de los que se ilusionan con el canto de un mirlo o el rasgo de una nube.

Quizá soy de los débiles,
quizá he venido al mundo para sufrir tu nombre,
para gritar tu nombre, para escribir tu nombre,
para llenar cuartillas con el pan de tu nombre.
Quizá soy de los parias,
de los que ven la vida tras una ventanilla de tercera
y sueñan que algún día, por qué no, también ellos lograrán ser felices.

Lo sé, no te conozco.
Y entonces, ¿qué hago aquí, tejiéndote un poema,
queriendo poner orden en la masa espumosa de mi noche infinita,
recordando tus labios, tus gestos, tu sonrisa y hasta tu voz de rosa,
poniéndome en ridículo al desnudar el alma, expuesto a hundir mis naves?
¿Qué hago aquí, de repente, ensuciando renglones, llenándote de lodo,
robando lo que es tuyo, jugando a hacerte daño sin piedad ni esperanza,
qué hago aquí, pobre diablo, contando los minutos que faltan para verte,
sin que tú lo sospeches, sin fijarte siquiera en que hay vida en tus labios?

Lo sé, no te conozco.
Pero sin yo quererlo, habremos de quedarnos
unidos para siempre en estos versos.

© Juan Ballester

2 comentarios:

Charo Reyes dijo...

Mis felicitaciones por este poema. Me parece hermosísimo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Nunca antes había leído poesía. Llegué a este blog por casualidad –larga historia-. Ahora es una de mis citas habituales en mis cortas incursiones en la web. Gracias por escribir tan bellamente, y por compartir este DON.