jueves, 3 de enero de 2013

Bajo el silencio azul


Mordisquearé tu carne gajo a gajo
hasta calmar la sed de mis otoños.
Como si fuera un viento, locamente,
como si fuera un trueno ensordecido.

Me moriré en tus labios de amapola
mientras la tarde llene los balcones.
Y pondré en tus pupilas mil guirnaldas
de versos esparcidos beso a beso.

Despertaré, me acunaré en tu brisa
bajo el silencio azul de lo imborrable.
Con las manos vacías, pero llenas
del infinito instante de ser tuyo.

Y cuando el tiempo venga a sentenciar
el breve espacio que gocé, el que tuve,
me encontrará soñando en los jardines
de tu cuerpo que no marchita nunca.

© Juan Ballester

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