¿Recuerdas?

¿Recuerdas aquel día del ya lejano abril
en que el destino quiso unirnos un instante?
Yo esperaba una rosa, pero me diste mil,
yo esperaba una joya, y te hiciste diamante.

¿Recuerdas en septiembre, sentados frente al río
sin atrevernos casi a hablarnos cara a cara?
Qué calor en las venas, y en la boca qué frío,
deseando una excusa, algo que nos juntara.

¿Recuerdas el camino hacia la soledad,
hacia el andén maldito, hacia el tren del olvido?
Qué distintas las calles, qué extraña la ciudad,
qué jolgorio en las almas aunque no hicieran ruido.

¿Recuerdas aquel beso, (¡qué peligro, la luna!)
que nos quemó los labios, que cambió nuestra suerte?
Yo te miré primero y tú me diste una
respuesta sin palabras, y me bastó con verte.

¿Recuerdas el regreso cargado de preguntas,
de esperanzas, de sueños, de ilusión, de reproches?
Aunque estábamos lejos, ya caminaban juntas
la escarcha de mis días y el dolor de tus noches.

¿Recuerdas aquel viaje distinto, aquel encuentro
que nos unió por siempre, que te llevó hasta el cielo?
Yo te di mis dos manos, tú me diste tu centro,
y explotaron hormigas al quitarte aquel velo.

¿Recuerdas despertares, abrazos, desayunos,
risas, besos, hoteles, lágrimas y perdones?
Qué podía importarnos el parecer de algunos,
sus consejos, sus críticas, sus necias opiniones.

¿Recuerdas esa tarde, la del amor eterno,
hablando a mi familia, que nos miraba incrédula?
Allí estrechamos lazos, terminó nuestro invierno,
y un futuro de rosas nos caló hasta la médula.

¿Recuerdas prolegómenos, listas, preparativos,
altibajos, vaivenes, etapas recorridas?
Qué diferente ahora crecer, sentirnos vivos,
qué distintas las horas, qué profundas las vidas.

Y al fin hemos llegado al umbral de la gloria,
al pie de la montaña, al borde del sendero,
y ahora que seguimos la misma trayectoria
vuelvo a decirte aquello que te dije: te quiero.

© Juan Ballester