martes, 2 de septiembre de 2008

Una puerta cerrada

Tú no querrás ni verme el día que comprendas
cuáles son mis deseos, mis terribles antojos,
tú no querrás ni verme cuando pierdan tus ojos
sus cegadoras vendas.

Tú no querrás ni oírme cuando aflore el secreto
que en mi pecho se oculta como una hiriente daga,
tú no querrás ni oírme haga lo que yo haga,
sola en tu parapeto.

Tú no querrás ni hablarme cuando al fin te des cuenta
de que soy un peligro, un riesgo, una amenaza,
tú no querrás ni hablarme ni jugar otra baza
con esta Cenicienta.

Tú no querrás estar ni un segundo a mi lado
cuando mi amor descubras a tus pies, de rodillas,
tú no querrás estar llenando mis orillas
de amanecer dorado.

Tú no querrás saber nada más de mi vida,
ni si río o si lloro, ni si sufro o disfruto,
tú no querrás saber si mi árbol da fruto
o si cierra esta herida.

No, tú nunca querrás ni mis versos ni nada,
ni mi voz, ni mis manos, ni mi existencia triste
seré sólo un olvido, un rumor que no existe,
una puerta cerrada.

© Juan Ballester

1 comentario:

juan ballester dijo...

Escrito el 13 de enero de 2000.