Qué sensación extraña va quemando mis manos
mientras repito teclas que tienden a tu nombre;
qué cosquillas recorren las yemas de mis dedos
cuando pulso recuadros que buscan tu azabache.
Creo que no sabría decir otras palabras:
costado, estela, música, resurrección, secreto;
creo que no podría salirme de este instante:
rosa, volcán, palmera, inseparable, brújula.
Qué ruinas en mi boca sin poder pronunciarte,
qué castillo separa tu piel de mis arenas;
qué cristal traicionero suplantando tu rostro,
qué noche de silencios metida entre las uñas.
Qué sensación extraña tocarte de esta forma,
cincelar tanto sueño, modelar tanta ausencia,
acariciar el aire que ni siquiera sabe
que estos versos nacieron de una tarde de lluvia.
© Juan Ballester
1 comentario:
Escrito el 26 de mayo de 2004, comenzándolo en un hospital y finalizándolo en un autobús camino de casa.
Me gusta la forma en que describe esa forma de comunicarse a través de un teclado del ordenador, a través de una pantalla sin vida, que en ningún caso puede suplir el calor humano.
Pertenece a un grupo de poemas que en su momento le envié a Luis García Montero, aprovechando su amable invitación a hacerlo. Ignoro si los llegó a leer, pero en cualquier caso nunca obtuve contestación por su parte.
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