Acabo de llegar a la oficina.
No hay nadie por aquí, hoy estoy solo.
Los despachos vacíos, las sillas descansando
y los ordenadores apagados.
Es viernes, día grande
porque mañana es sábado por fin,
porque mañana es tiempo de pegarse a las sábanas,
porque mañana es tiempo de no llevar corbata.
Ya son las nueve y media
y en la ciudad los coches se preparan
para otro nuevo atasco,
para llenar el aire de claxon y de humo,
para apretarse, inquietos, rumbo a ninguna parte.
He dejado el abrigo colgado en el perchero,
he llegado a la mesa repleta de papeles,
he cogido el teléfono y he hecho dos llamadas.
Así va este país (llamado España),
con tipos como yo
que en lugar de ponerse a trabajar
malgastan sus esfuerzos escribiendo poemas
que ni siquiera son poemas, sino bodrios,
nacidos del silencio de un despacho dormido.
© Juan Ballester
1 comentario:
Muy bueno, me sentí identificada. Besos.
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