sábado, 26 de noviembre de 2011

Puesta de gafas de sol / Juegos de azar

I
PUESTA DE GAFAS DE SOL

Ella estaba sentada solitaria en el parque
quizá esperando a alguien, a un hombre o a una amiga,
o tal vez contemplando los juegos de los niños.
Ella estaba sentada mientras yo la miraba.

Deseaba acercarme, compartir ese banco
entablar - por qué no - una conversación,
pero el miedo al fracaso susurraba en mi oído
que era joven y hermosa, y yo tan solo un ciego.

Portaba algo en sus manos, un libro o una revista,
leyendo desde el fondo de sus gafas oscuras,
no sé si me miró, si se fijó siquiera
en mi pluma traviesa luchando contra un verso.

En torno mío el ruido de unos tipos groseros
marchitaba los tímidos esfuerzos de mi mente,
mis ojos se clavaban en torno a su figura
preguntando mil cosas que no tienen respuesta.

Al fin me incorporé, me decidí a abordarla
sabiendo que con ello rompería el hechizo,
tan precario es el hilo que alimenta los sueños
y tan fuerte el fantasma de nuestras soledades.

* * *

II
JUEGOS DE AZAR

Regresé a los jardines del encuentro fortuito
con la dama de gafas que ocultaban sus ojos,
regresé porque el tiempo tiene a veces antojos
y escribe nuevamente lo que ya quedó escrito.

Ocupé el mismo banco bajo el árbol frondoso
contemplando el silencio del asiento testigo,
confiaba en que ella recordase a este amigo
y viniera a aliviar mi espíritu lloroso.

Me volví hacia los lados buscando su presencia
queriendo unir las curvas de nuestras trayectorias
y pronto se fundieron las penas con las glorias
porque el azar no sabe de cábala y de ciencia.

Comencé a llorar versos, qué otra cosa podía
hacer para acallar mi pena y mi tortura
sino engarzar palabras en rara arquitectura
que algunos denominan simplemente poesía.

Pronto el banco de ayer lo ocuparon extraños,
gentes que no sabían que era para nosotros,
y otros vinieron luego, y luego fueron otros
los que precipitaron monstruos y desengaños.

Quizá volvió esa tarde para colmar mi empeño,
quizá no anduvo lejos y me buscó curiosa,
mas la suerte es señora coqueta y caprichosa
y no quiso jugar a revivir un sueño.

© Juan Ballester