martes, 23 de septiembre de 2008

Senderos que se abren

Dos senderos se abren en mi carne doliente.
El uno borrascoso, extenuante y baldío,
gastado ya de tanto pisarlo inútilmente;
el otro una locura que lleva al extravío.

Dos senderos se funden a mis pies como plomo,
desconsolado el uno, imposible el segundo.
Sólo puedo tomar el corriente, mas cómo
si entre nubes de angustia en el otro me hundo.

Dos caminos, dos rutas, con idéntica meta,
la soledad, la nada, la perdición, el llanto:
por aquél me aventuro como paloma inquieta,
por éste, que me tienta, me sucede otro tanto.

Dos estelas, dos bocas, dos perlas, dos sonrisas
negligente en un caso, en otro confiada;
por ambas se pelean mis manos indecisas,
por las dos se revuelve mi alma enamorada.

Dos trayectos inciertos se juntan en mi nave
náufraga de cariño, temerosa y sin puerto:
por el uno no hay cielo, por el otro no hay llave
y observo un panorama desconsolado y muerto.

© Juan Ballester

1 comentario:

juan ballester dijo...

Escrito entre el 29 y el 31 de enero de 2000.