sábado, 7 de marzo de 2009

Homenaje a una rosa

La otra tarde, al abrir un cajón de repente,
un cajón olvidado, que pensaba vacío,
me llegó hasta las manos como un escalofrío
que me hizo estremecer, que me dejó impaciente.

Yo no sé lo que era, pero pienso e intuyo
que aquel escalofrío, tan súbito y extraño
era un trozo de verso que quiso hacerme daño
por no haber sido, madre, capaz de hacerse tuyo.

Y recordé al momento que el tiempo con su rueda
de puntillas te acerca hacia el postrer mañana
y que quizá ya es hora de empezar a hablar llana,
claramente de ti aunque el dolor me pueda.

¿Para qué esperar más si el corazón no espera,
si siento la injusticia martilleando mis sienes?
¿Para qué demorarse si a mi memoria vienes
en esta madrugada que huele a primavera?

Mas, ¿cómo dar comienzo, cómo expresar acaso
aquello que he guardado hasta quedarme mudo,
cómo romper de pronto esta especie de nudo
que te privó de versos que no te hicieron caso?

Quizá por el principio, por los años lejanos,
por el instante mismo en que me echaste al mundo,
por ese primer llanto y ese amor tan profundo,
por tus besos de madre y el calor de tus manos.

Y por tantas y tantas horas de risa y juego
y por tantos desvelos y tantos sobresaltos
y tantos sacrificios, y tantos sueños faltos
de aquello que –hoy comprendo- no supe darte luego.


En 1947


Es tan larga la vida, mas el retraso es tanto
que apenas hay palabras para hacerte justicia.
Sabes que fue descuido, que no fue por malicia
este silencio absurdo de mi boca y mi canto.

Nunca te di las gracias; tampoco las pedías,
callabas tus deseos, mirabas resignada,
pero yo, en una nube, jamás te daba nada,
sin saber que eran tuyas las cosas que eran mías.

Y dejé de ser niño y me fui haciendo roca
pero tú caminabas, como siempre, a mi lado
y me llegó el amor que me abrió de costado
y ni un triste poema te dedicó mi boca.

Años, años, más años, y te fui haciendo vieja
aunque siguieras siendo mi reina sin corona;
yo pensé que era un hombre, creí que era persona
teniéndote cual perro fiel que jamás se aleja.

Y no escuché el silencio de tus ojos rendidos
ni el temblor de tus dedos, ni el grito de tu sueño,
mi corazón seguía tan duro como un leño
y mis labios sellados y mis pies distraídos.

Y en cambio la otra tarde, con el cajón abierto
comprendí que en mi vida sigue habiendo una rosa
y te vi reflejada, brillante, en cada cosa
y que en cambio mi pluma se te negaba, es cierto.

Y es por eso que acaso hoy tomé unas cuartillas
y me abrí sin pensarlo, mirándome hacia adentro
y es por eso que, acaso, cuando por fin te encuentro,
las lágrimas inundan mi alma y mis mejillas.

Y sé que aunque me duele y el rostro se me quema
y tal vez es muy tarde para decirte eso,
humildemente, madre, quiero darte otro beso
con un "perdón" y un "gracias" y este pobre poema.

© Juan Ballester

2 comentarios:

juan ballester dijo...

Este es el primer poema que le escribí a mi madre (¡¡y ya era hora, por cierto!!), fechado el 25 de mayo de 2004. Está lleno de emoción y de intensidad, y supone un reconocimiento siquiera sea parcial e insuficiente, a toda una vida de abnegación, sacrificio y amor. Como es natural no faltaron algunas lagrimillas mientras lo estaba componiendo.

Mañana día 8 ella cumplirá 80 años, y me ha parecido una buena forma de darle las gracias por seguir ahí, y esperemos que sea por muchos años más.
Como la ocasión merecía la pena, he puesto una fotografía suya de cuando era una jovencita, tomada trece años antes de que naciese yo.
¡Felicidades, mamá!

Felisa Moreno dijo...

Mis felicidades para tu madre, tiene que ser una excelente persona y supongo que se emocionó cuando le leiste este hermoso poema.

Besos