El doloroso trance de estar vivo
con una primavera que me estalla,
en la primera línea de batalla
donde el verso, la sed y el sol recibo.
El doloroso trance de ser hombre
y haber tenido un corazón sensible,
sabiendo que la paz es imposible,
y que la caridad no tiene nombre.
El doloroso trance de los días
que se abren como flores deshojadas,
cansado de mirarme en las miradas,
perdido de perder las alegrías.
El doloroso trance de estos huesos,
de esta piel y esta carne que me forma,
teniendo la esperanza como norma
y por aspiración sólo los besos.
El doloroso trance de ser lodo,
polvo, ceniza, ausencia, amor, olvido,
transparencia sin luz, ave sin nido,
resignado a la nada siendo todo.
El doloroso trance de este viaje
sin otra salvación que la palabra,
artesano paciente que nos labra
y nos ha de servir de último traje.
© Juan Ballester
1 comentario:
Escrito en Pedrezuela (Madrid) el 30 de diciembre de 1999. Modestamente creo que es un poema increíble, producto de un estado de inspiración poco corriente. La mayor parte de los versos me salieron con fluidez, a pesar de encontrarme sentado sobre una piedra y con el suelo nevado.
Ha sido publicado en dos antologías, en los años 2006 y 2009, respectivamente.
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