Y el viento nos silbaba sus canciones
en la brillante tarde de verano,
y al enroscar mi mano entre tu mano
enlazamos también los corazones.
Me dejé acariciar por esos sones
envuelto con deleite en el liviano
contacto con tu pecho tan cercano
que olía a sentimiento y a ilusiones.
El parque se cubría de ansiedad,
de miradas furtivas y deseo
y al fondo respiraba la ciudad.
Tú eras un cielo azul sin nubarrones,
eras mi caminar y mi paseo
y el viento nos silbaba sus canciones.
© Juan Ballester
1 comentario:
Terminado el 9 de marzo de 1998, con la particularidad de que el soneto comienza y termina con el mismo verso. El segundo cuarteto es el que más me costó terminar, y quizá se nota que la parte más floja del poema.
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