por ese tubo inmenso donde las páginas se amontonan formando hileras de papel muerto.
gente, libros, helados, altavoces,
colas, tarjetas de crédito, calor, propaganda,
autores que nadie conoce,
volúmenes aburridos que observan el paso de los curiosos,
toneladas de árboles malgastados,
miles de kilos de tinta que lloran en vano,
pícaros convertidos de la noche a la mañana en escritores sin nada que decir
y con un estilo que avergonzaría al propio marqués de sade.
hoy he recorrido esa vasta extensión
donde miles y miles de visitantes se dejan unos billetes a cambio de un objeto que adornará su estantería,
donde lo importante es conseguir una firma o dar la mano a ese personaje de moda,
donde, como un ritual, da la sensación de que la vida es algo más que fútbol,
algo más que el culto al cuerpo,
algo más que la cultura de usar y tirar.
borregos y borregos a la caza de esa obra infame que hay que tener para estar a la última,
borregos y borregos manoseando ejemplares de tal o cual novela,
borregos y borregos dando la sensación de que todo aquello nos interesa mucho.
calor, helados, agobio, cotilleo,
'ese es fulanito' o 'aquella es la que estuvo casada con tal o cual personajillo',
'qué mayor está' o 'qué joven se conserva' o 'es igualito que en televisión',
y mientras tanto algunos libros cambian de manos
y otros se aburren eternamente en los mostradores
y el flujo de borreguitos se mueve a lo largo de ese tubo, parando en algunas estaciones
y mañana alguien dirá que hubo récord de ventas,
que hubo récord de asistentes a pesar de la climatología,
y se sacarán las mismas conclusiones que todos los años:
que si se compra mucho y se lee poco,
que si se compra poco y se lee muy poco,
que si se compra muy poco y no se lee nada.
y todas esas toneladas de papel que a veces cambian de manos
irán quedando olvidadas en las estanterías de sus nuevos hogares
donde adornarán el mueble o harán juego con el color de la tapicería del sofá,
donde serán la envidia de las visitas,
hasta acabar como saldos en manos de algún comerciante del sector
que dará por ellos unas monedas y tratará de revenderlos con una suculenta ganancia,
toneladas de papel lleno de piedrecitas negras
que se irán extinguiendo sin dejar ni rastro
como esas flores que cada año explotan y llenan de color las cunetas de las carreteras.
borregos y borregos manoseando ejemplares de tal o cual novela,
borregos y borregos dando la sensación de que todo aquello nos interesa mucho.
calor, helados, agobio, cotilleo,
'ese es fulanito' o 'aquella es la que estuvo casada con tal o cual personajillo',
'qué mayor está' o 'qué joven se conserva' o 'es igualito que en televisión',
y mientras tanto algunos libros cambian de manos
y otros se aburren eternamente en los mostradores
y el flujo de borreguitos se mueve a lo largo de ese tubo, parando en algunas estaciones
y mañana alguien dirá que hubo récord de ventas,
que hubo récord de asistentes a pesar de la climatología,
y se sacarán las mismas conclusiones que todos los años:
que si se compra mucho y se lee poco,
que si se compra poco y se lee muy poco,
que si se compra muy poco y no se lee nada.
y todas esas toneladas de papel que a veces cambian de manos
irán quedando olvidadas en las estanterías de sus nuevos hogares
donde adornarán el mueble o harán juego con el color de la tapicería del sofá,
donde serán la envidia de las visitas,
hasta acabar como saldos en manos de algún comerciante del sector
que dará por ellos unas monedas y tratará de revenderlos con una suculenta ganancia,
toneladas de papel lleno de piedrecitas negras
que se irán extinguiendo sin dejar ni rastro
como esas flores que cada año explotan y llenan de color las cunetas de las carreteras.
© juan ballester
1 comentario:
Escrito el 12 de junio de 2000, tras una visita a la Feria del Libro de Madrid justamente el día de su clausura. Trata de reflejar ese espectáculo a veces nada edificante y lleno de personajillos y borreguillos que hacen olvidar la verdadera realidad del fenómeno de la cultura y más en concreto de los hábitos de lectura de los españoles.
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