Ceguera es comprobar que me faltan tus ojos,
que la noche es más noche, que la pena es oscura,
que la brújula gira cual ciega mariposa,
que los relojes tienen pánico de sí mismos.
Ceguera es no saber si he de volver a verte,
si han de crecer las flores en mi jardín de ausencia,
si las llagas sangrantes que pueblan las aceras
me engullirán apenas resuenen mis zapatos.
Ceguera es olvidar que fui y que soy mendigo,
que mis alas de cera han de fundirse pronto,
es llamarte y que el eco lance contra mis labios
esas siete pedradas con que engarzo tu nombre.
Ceguera es ese pozo que se traga el silencio,
ese hielo adherido al contorno del alma
cuando tu voz no suena y tu mano se escapa
y el sábado termina y el lunes aún no llega.
Ceguera es una estrella que llora, que tirita
extraviada en la jungla del universo plano;
una ciudad extraña huérfana de recuerdos,
cargada de rincones donde nunca estuvimos.
Ceguera es el poema que las nubes escriben
y que el viento difunde en todas direcciones
clamando que estás lejos, que tu boca y la mía
son dos peces llamados a no encontrarse nunca.
© Juan Ballester
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