lunes, 8 de febrero de 2010

Página de un diario

Cada día es un pájaro que muere entre mis dedos,
que muere estrangulado por mis grotescas manos,
cada día sus trinos tímidos y tempranos
sucumben indefensos, ahogados por mis miedos.

Cada tarde es un árbol que ante mis plantas yace
como yacen las sombras frondosas por el suelo,
cada tarde sus ramas se recubren de duelo
ante el dolor que surge y el malestar que nace.

Cada noche es un lago que mi ansiedad reseca,
que se pudre a escondidas con hedor pestilente,
cada noche dan hiel su cascada y su fuente
ante esta vida estéril, desperdiciada y hueca.

No hay ser al que no mire y no pierda su encanto
ni ilusión que perdure cada vez que la pienso;
todo cuanto contemplo se lo traga el descenso
envuelto en la tristeza y anegado en el llanto.


© Juan Ballester

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