Ya no quedan poemas para ti,
ángel de voz de azúcar, de ojos claros,
ya el cáliz de los versos se ha agotado
y al canto de las musas puse el fin.
Mi mano dijo basta, y el silencio
era también consigna de mi boca.
Ya no quedan poemas, ya no hay notas
para adornar de estrellas tu momento.
Qué lejos las metáforas, las rimas,
que no conocerán tanta ternura,
qué lejos las palabras que te buscan
nadando inútilmente hacia tu orilla.
Mi corazón se viste en tonos grises,
mis lágrimas se secan al pensarte,
no quiero más dolor en mi equipaje
ni más sonoros llantos imposibles.
Ya no quedan poemas en el alma,
para evitar tormentas, terremotos,
y ha de morir, ausente de tu rostro,
la blancura infinita de esta página.
© Juan Ballester
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