Por tus manos, de cándida ternura
mana un raudal de abrazos fugitivos.
Yo los he visto, yo tengo motivos
para querer probar su piel tan pura.
Por tus manos, de rara arquitectura,
corre la sangre azul de los olivos;
cuando se mueven son pájaros vivos,
si están quietas semejan escultura.
Por tus manos, visión evanescente,
padezco en mi interior cortocircuitos
y mi sangre se tiñe de amapolas.
Tus manos, la caricia que se siente
como en un despertar, soñando a gritos
con el arrullo eterno de las olas.
© Juan Ballester
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