martes, 6 de abril de 2010

Poema para los días tranquilos

Hay mañanas de agosto que parecen dormidas
y el tiempo se demora jugando en los relojes.
El silencio se adueña de mis manos de arena
y las palabras huelen a polvo milenario.

Pero yo pienso en ti y consigo que, al menos,
las manecillas tengan el eco de tu rostro,
de esa boca de azúcar que me besa imprudente
y esos ojos de fuego en donde cae la noche.

Hay mañanas de agosto aptas para el suspiro,
aptas para dejarse envolver por las brumas,
mientras los cementerios inútilmente esperan
y hasta las ambulancias se van quedando afónicas.

Pero yo pienso en ti y me lleno de alondras
y me lleno de peces que humedecen el alma;
pienso en ti y las paredes de este cuarto vacío
se cubren de repente del mar de tus cabellos.

Hay mañanas de agosto que no son ni mañanas,
que son cual mariposas posadas sobre un piano;
las moscas ni se atreven a ejecutar sus bailes
y en las calles no fluye la sangre de los coches.

Pero yo pienso en ti, pienso en ti y me transporto
al umbral de tus labios donde la vida empieza,
en este viernes pálido que pasa de puntillas
a la espera de unirnos, amada, nuevamente.

© Juan Ballester

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