jueves, 3 de junio de 2010

Noches de hotel



Decir “hotel” es algo que ya no tiene prisa,
que no deja un regusto a reloj desbocado,
algo que no nos duele ni nos causa aspereza,
ni se adhiere a la piel como un hierro candente.

Decir “hotel” no es ya un terreno de nadie,
un coto en donde caza cada noche la huída,
no es límite o barrera entre el hoy y el mañana,
no es extensión proclive a aflojar cremalleras.

Decir “hotel” no tiene el aliento del cactus
ni el tacto de una lámpara que se queda encendida,
no se nutre de ausencias, de ansiedad y ojos bajos
ni se aferra a la escarpia de lo que está prohibido.

Decir “hotel” ahora es mirarnos de frente,
es hacer un paréntesis, formar una burbuja,
es permitirle al viento pronunciar nuestros nombres
sin miedo a que la aurora nos lo arroje a la cara.

Decir “hotel” al fin es quedarse dormido
dibujando en tus labios, amada, una sonrisa
mientras el sol, afuera, prepara el desayuno
y el almanaque arranca, iracundo, otra página.
© Juan Ballester

No hay comentarios: