lunes, 12 de julio de 2010

Hambre de poemas

Me he levantado hambriento de poemas,
con ganas de escribir, de liberarme,
ansioso de tomar unas hojas en blanco
y contar todo aquello que me causa inquietud.

Estas cosas suceden a menudo,
lo mismo en un vagón de metro que en la calle,
igual en el trabajo que en mitad de la noche,
o al doblar una esquina o al lavarme los dientes.

Escribir, pero ¿qué?, pero ¿cómo? ¿en qué forma?,
acumular palabras de amor o de locura,
buscar las consonancias, la métrica y el ritmo
sabiendo que estos versos morirán en mi labios.

Me he levantado ardiendo, con la piel encendida,
con la boca dispuesta a fusilarme,
con las manos manchadas de sueños, de vivencias,
con los ojos rasgados de devorar renglones.

Me he levantado frágil, vulnerable,
a merced de las flores y de las golondrinas,
vestido únicamente de calambres y truenos,
cercado por las tapias donde duele mi nombre.

Me he levantado herido
sin que este folio lleno de partículas negras
me ofrezca la respuesta.

© Juan Ballester

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