Me he levantado hambriento de poemas,
con ganas de escribir, de liberarme,
ansioso de tomar unas hojas en blanco
y contar todo aquello que me causa inquietud.
Estas cosas suceden a menudo,
lo mismo en un vagón de metro que en la calle,
igual en el trabajo que en mitad de la noche,
o al doblar una esquina o al lavarme los dientes.
Escribir, pero ¿qué?, pero ¿cómo? ¿en qué forma?,
acumular palabras de amor o de locura,
buscar las consonancias, la métrica y el ritmo
sabiendo que estos versos morirán en mi labios.
Me he levantado ardiendo, con la piel encendida,
con la boca dispuesta a fusilarme,
con las manos manchadas de sueños, de vivencias,
con los ojos rasgados de devorar renglones.
Me he levantado frágil, vulnerable,
a merced de las flores y de las golondrinas,
vestido únicamente de calambres y truenos,
cercado por las tapias donde duele mi nombre.
Me he levantado herido
sin que este folio lleno de partículas negras
me ofrezca la respuesta.
© Juan Ballester
No hay comentarios:
Publicar un comentario