Ese momento mágico de mirarte a los ojos
y dejar que una lágrima resbale en mi mejilla
llevándose la ausencia de los viejos relojes
y la sed que secaba poco a poco tu nombre.
Ese momento mágico de mirarte y de ver
que Dios por fin existe, que un milagro es posible,
que las mañanas tienen colores inauditos
y que hay palabras nuevas dentro del diccionario.
Ese momento mágico de mirarte y sentir
que todas las estrellas confluyen en tu rostro
y todas las sonrisas se encierran en la tuya
y todos los retratos saben lo que es la envidia.
Ese momento mágico de mirarte por fin
y alimentar el alma con solo esa mirada,
y morir, sí, morir, como mueren los héroes:
sabiendo que, aunque mueren, vivirán para siempre.
© Juan Ballester
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