Las tres de la mañana. Soledad.
Habitación de hotel triste y vacía.
El pensamiento vuela, ya es de día
pero aún sigo a oscuras. Es verdad.
El silencio recorre la ciudad.
Mi mano ardiente escribe todavía.
Por mucho que me empeñe no podría
con versos reemplazar mi otra mitad.
Estás lejos, amor, estás muy lejos
y en la cara me escupen los espejos
esa ausencia mortal de tu mirada.
Las tres de la mañana y no apareces
y he de quedar al fin, como otras veces,
con el regusto amargo de la nada.
© Juan Ballester
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