miércoles, 3 de noviembre de 2010

La luz ausente

Señor, ten compasión, no me arrebates
la luz que has colocado en mi camino;
no me dejes a oscuras, peregrino
cansado de lidiar en mis combates.

Dame esa luz, Señor, pero no mates
el futuro de alondras que aún no vino;
Señor, tú me la diste, y me imagino
que, ciego, he de perder muchos quilates.

Nada me ha de quedar si te la llevas,
si me privas del rayo de esperanza:
sólo el desierto gris de la rutina.

Basta ya de dolor, basta de pruebas:
su ausencia en mi interior es una espina
que trata de crecer y hacerse lanza.

© Juan Ballester

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