El amor está loco y es tan ciego
que dispara sus flechas a capricho.
Se piensa que la vida es como un juego:
el amor está loco, te lo he dicho.
Algunos no comprenden que sus flechas
caen en cualquier lugar y a cualquier hora.
Nada sabe el amor si son estrechas
o son anchas las puertas que perfora.
Nada sabe de edades o distancias,
nunca pide permiso, no distingue.
El amor viaja en trenes o ambulancias
y a todos embadurna su potingue.
Y nosotros, ay Dios, nos contagiamos
y nos da por pensar si estamos locos.
Ya nuestros corazones son los amos:
Qué pocos nos entienden, sí, qué pocos.
© Juan Ballester
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