Cuando termina el día y se cierran los árboles
y salen del trabajo soles y golondrinas,
hay algo en el ambiente que recuerda a tu nombre
y sombras que dibujan versos que no te dije.
Cuando la tarde acaba y en el cielo germinan
estrellas burbujeantes, juguetonas e inquietas,
en todas las esquinas de esta ciudad lejana
hay pisadas que claman por el mar de tu boca.
Cuando reinan los gatos y las almas descansan
y los zapatos viajan libres ya de sus dueños,
hay farolas que alumbran la magia de tus ojos
y el imposible instante de tu cuerpo abrazado.
Cuando las ambulancias rompen calles oscuras
y los mendigos tienden su cuerpo en las aceras,
hay miradas furtivas y flores sin aroma
que añoran la belleza de tu clara sonrisa.
Cuando la ciudad duerme y los relojes callan
y los últimos bares vomitan sus clientes,
hay motivos entonces para llorar poemas
con lágrimas que, acaso, recompongan tu imagen.
© Juan Ballester
2 comentarios:
Fantástico ritmo, Juan. Me ha gustado mucho este poema. Un saludo.
Magnífico. "Llorar poemas..." Sí, se lloran, a veces, los poemas.
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