El penúltimo cigarrillo
arde sobre el cenicero.
Las volutas de humo grisáceo
se desparraman por la habitación.
La hoja de papel inmaculada
con ligeras rayas horizontales
sigue como estaba hace dos horas.
Sólo has podido escribir una sílaba,
una palabra apenas.
Tranquilo,
aún te queda el último cigarro
semioculto en el fondo del paquete.
© Juan Ballester
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