Son pequeños, es cierto, son insignificantes
prendidos en las ramas, tímidos y huidizos,
son apenas adorno, pequeños habitantes
que ocupan azoteas, tejados, cobertizos.
Se han hecho ya a vivir entre el humo y el ruido
y a tener por paisaje sólo asfalto y cemento,
ajenos a ese mundo natural y perdido
de su campo, su monte, su aromático viento.
Son pájaros urbanos, que han cambiado aquel cielo
por el de las antenas, el tráfico y la prisa,
que un día -quién lo sabe- olvidarán el vuelo
y quedarán tendidos a merced de otra brisa.
Pájaros del asfalto, ya no les quedan alas,
ya no pueden salir de este universo loco,
donde sólo florecen basura y hierbas malas,
donde la flor no huele, ni hay caridad tampoco.
© Juan Ballester
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