Reinas en mis entrañas con cruel soberanía
haciendo y deshaciendo los hilos a tu antojo,
sin pensar si me agrada ni si me causa enojo
ese dulce martirio que agranda mi agonía.
Todo mi ser remueves con tu sola presencia,
para darme castigo te basta una mirada
y enciendes mi suplicio y alteras mi morada
con un breve fragmento de tu dorada esencia.
Mandas en mis sentidos como manda un tirano,
cuando quieres ardes, cuando quieres hielas,
mas es tan cruel la vara con la que me flagelas
que no alivia el tormento tu boca ni tu mano.
Ya soy sólo tu esclavo, soy un tipo con suerte
sufriendo y delirando al cabo por ser hombre,
me arrastro por las calles pronunciando tu nombre
y pienso que soy ciego porque no puedo verte.
© Juan Ballester
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