lunes, 12 de septiembre de 2011

A primera vista

Así, a primera vista.

Nunca hubiera creído que el veneno
habría de volver a circular por mis venas,
que un buen día, en septiembre, y tras aquella puerta
se abriría esa especie de válvula,
que un tibio sol primero, y más tarde una llama
me iban a dejar de nuevo con las manos
repletas de algo que bien pudieran ser versos.

Así, a primera vista.

No conviene soñar, pero he soñado
con ojos que hasta ahora ni siquiera existían,
con mares, con senderos, con selvas en donde hubiera dado algo por perderme;
he soñado los sueños del delfín y del alce,
los sueños de la alondra, de la hormiga minúscula,
los sueños del tambor y de la flauta,
del clavo y del tornillo,
sueños que me persiguen por las aceras derretidas por el sol,
sueños con nombre de mujer, con rostro de mujer,
con senos y con piel y con labios de mujer,
sueños que amenazan con explotar de pronto
y echarlo todo a perder,
que podrían dar con mis huesos en alguna esquina miserable de la vida.

Así, a primera vista.

Es obvio que a mis años,
con tantos calendarios cargados a la espalda,
con tantas palabras mal dichas,
con tantos zapatos sucios y tanta chaqueta raída,
apenas soy ya una sombra de mí mismo,
un pobre tipo anclado en el mar del olvido.
Es obvio que unas manos vacías son demasiado lastre,
una carga excesiva para un corazón sin rumbo,
un poderoso enemigo al que hacer frente noche tras noche.

Y sin embargo, así, a primera vista,
ha irrumpido el amor en mi costado.

© Juan Ballester

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