lunes, 15 de octubre de 2012

Una forma de pedir perdón

Yo sé que te he hecho daño, que te sientes herida
por palabras mal dichas, por dudar de tus labios.
Sé que probablemente ha de cambiar mi vida
a causa del abismo que abrieron mis agravios.

Sé que pedir perdón a veces no es remedio,
aunque en las almas nobles el perdón es innato;
pues cuando el corazón se parte de por medio,
ese dolor perdura como piedra en zapato.

No puedo imaginar la vida si me faltas;
de tal forma has entrado en mis sueños, que ahora
de pensar que te pierdo, las penas son más altas,
el silencio es más duro y el tiempo me perfora.

En tus manos estoy, no te pido clemencia,
siempre fui un perdedor, y creo que he perdido.
Qué importa mi locura, qué más da la demencia,
el llanto me acompaña sin lágrimas ni ruido.

Me declaro culpable, y espero la condena
-a todos en su celda la justicia coloca-,
tu nombre ha de servir de bola y de cadena
susurrándolo en vano, hasta quemar mi boca.

Y cuando nada quede de mí más que unos huesos,
y unos magros pellejos que dar a los gusanos,
nadie sabrá que estuve añorando tus besos,
llorando por tus ojos y anhelando tus manos.

© Juan Ballester

No hay comentarios: