Y se marcha la tarde a toda prisa...
Y me deja en la orilla
a merced de las olas, de la brisa
y me deja una huella profunda y amarilla,
una estela que brilla.
Y en la distancia un perro se arrodilla.
Y sólo se divisa
la ausencia con que empapo mi camisa
y el arenal inmenso que me humilla,
que me quita la risa.
Y mi alma insumisa
renueva su dolor en cada astilla,
doliente maravilla
que encuentra la tortura que precisa
bajo un cielo de llanto que se agrisa.
Y una lágrima cae por mi mejilla,
salada, que me avisa
que la vida no es más que una sencilla
y frágil mascarilla
que el destino en nosotros improvisa.
© Juan Ballester
1 comentario:
Precioso.
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