Un ángel me da el alto
agazapado tras unos matorrales
al salir de la autopista Tus Ojos 327.
Detengo el corazón en un arcén
y desciendo hasta la realidad
marrón y gris plomiza.
Saca su talonario,
apunta en una esquina mis datos personales
y me impone una multa
por exceso de felicidad.
Me mira con dureza mientras prepara
un extraño artilugio
en donde me hace soplar.
Y al ver que el sensor se ha vuelto rojo,
me inmoviliza
hasta que me baje el índice de poesía en la sangre.
© Juan Ballester
1 comentario:
Escrito el 28 de junio de 1998.
Publicar un comentario