martes, 3 de noviembre de 2009

La palabra que cambió la Historia



En la plaza, una muchedumbre variopinta de hombres y mujeres se divierte, can­tu­rrea, juega, bebe, se enzarza en peleas o incluso dormita, a la puerta del palacio, por uno de cuyos balcones ha de hacer su aparición en breves minutos el ilustre per­sonaje de la vida local.
-¡Que salga ya, que queremos irnos a casa! –exclama alguien, impaciente.
Una moza sufre las acometidas de dos muchachos, que, medio borrachos, quieren levan­tarle las faldas y meterle mano por el escote.
-¡Que salga ya, que salga ya! –empiezan a corear desde un sector de la expla­nada. Y ese grito pronto es un clamor unánime.
Al fin parece que se aprecia movimiento en el interior del palacio. Asoman algunos guardias y en seguida se aproxima hacia el exterior el gobernador, flanqueado por dos infelices, cabizbajos y maniatados, fuertemente custodiados por no menos de seis lan­ceros.
-Queridos conciudadanos –empieza su alocución en voz alta-: como sabéis, cada año al llegar estas fechas hay costumbre de liberar un preso. Mirad bien a estos dos infelices y decidme, ¿a quién queréis que indulte?
-¡A Jesús! –grita un desconocido, desde las primeras filas.
-¡A Jesús, suelta a Jesús! –corea la muchedumbre.
-Sí, libera a Jesús. Muerte a Barrabás –se escucha ya desde todos los rincones.
El gobernador alza el brazo imponiendo silencio.
-Soltad a este hombre -dice, refiriéndose al nazareno…
El tal Jesús, aturdido, eleva la vista al cielo, como no dando crédito a lo que acaba de suceder. Lo liberan, mientras se llevan al otro infeliz camino del Calvario. Cuando el tal Jesús sale a la inmensa explanada, ya todos se han marchado detrás del otro preso. Apenas unos pocos allegados le esperan.
-¿Qué hacemos maestro? –inquiere uno de ellos.
Pero el hombre al que llaman maestro no sabe qué responder. Se agacha, do­blando las rodillas y apoya una mano en el suelo. Sus sollozos se escuchan perfecta­mente rompiendo aquel eterno silencio.
© Juan Ballester

1 comentario:

Felisa Moreno dijo...

Pues sí, una sola palabra puede cambiar la historia, es bueno este micro, te deja pensando, como a Jesús.

Gracias por tu comentario de apoyo en mi blog, me has descubierto, intento hacer literatura como mi vida, no sé si lo consigo.

Un beso