martes, 23 de febrero de 2010

Tarde

Tarde de soledad, tarde de fuego
que abrasa el pecho y que las manos arde,
tiempo de recogerse, triste tarde
que es oscura primero, y negra luego,

tarde en que a la poesía yo me entrego
sin dejar que el silencio me acobarde,
donde encuentro un hogar que me resguarde,
y con palabras hablo, vivo y juego,

esta tarde conviene estar a solas,
que se queden en paz las amapolas,
que mi ciprés me añore todavía.

Tarde de soledad, pero percibo
el íntimo deseo de estar vivo
y el constante fluir de la poesía.

© Juan Ballester

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que maravilla disfrutar de una libertad que multiplica la expresión hasta lo inesperado.