Ya son las dos y cinco
y mis manos te buscan con ahínco.
Qué oscura es esta noche
sin tu voz, sin tu aliento, sin un coche.
Mi corazón no canta
y el tabaco me quema la garganta.
La boca tengo muda
porque acaso esta noche duda y duda.
Ya son las dos y diez
y me enredo en tu ausencia como un pez.
Escribo, solo escribo
y parece un milagro seguir vivo.
Medito, reflexiono,
mas sin ti soy el rey que perdió el trono.
Qué noche tan oscura
lejos de tu calor y tu cintura.
Ya son las dos y cuarto
y los versos deambulan por mi cuarto.
Me quema este silencio
y al pensar en tu carne me demencio.
Me aflige la distancia
y mi pluma incansable escancia, escancia.
Pero me falta el fuego
y esa inútil visión se hiela luego.
Ya son las dos y media
pero aún no he puesto fin a mi tragedia.
© Juan Ballester
2 comentarios:
No lo acabo de ver. Los pareados tienen muy mala leche. (Vaya, hombre, ya está aquí el aguafiestas).
¿Has probado con un endecasílabo y un heptasílabo/pentasílabo, justo al revés?
Pues sí, los pareados son caprichosos. A veces resultan vistosos y otras casi pueriles.
Y respecto a lo que comentas, la verdad es que cuando alterno versos largos y cortos, el de pie quebrado siempre me suele aparecer al final. En este caso no fue así, y quizá por ello se haga raro el poema.
Gracias por tu comentario y por tu sugerencia.
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