aquéllos que tus ojos, es decir,
que hace sol, que apetece
sentarse en cualquier banco o pasear,
y encontrar la belleza en cada esquina,
en un coche, en un árbol, en un perro que juega,
en un escaparate o un papel arrugado.
Y días en que no, en que parezco ciego
esperando la suerte de sentir tu mirada,
y los relojes queman y las palabras matan
y la ciudad parece nuevamente
un territorio inhóspito, una jungla,
un triste decorado de ladrillo y cemento.
Los días se dividen
en aquéllos que estás, y en los que faltas.
© Juan Ballester
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