En el profundo mar de tu mirada
me detuve a escuchar la melodía
que la tarde con énfasis ponía
sobre el umbral de mi alma confiada.
Cruzó mi corazón furiosa espada,
se dibujó en el cielo una poesía
y hube de pagar por la osadía
de ser primero rey y luego nada.
Me ahogué en tus ojos, lagos de silencio
como un pez sin espinas y asustado
que en vano se encamina hacia la arena.
Me ahogué en esos abismos donde nado,
donde las horas paso y me demencio
reflexionando a solas con mi pena.
© Juan Ballester
No hay comentarios:
Publicar un comentario