sábado, 11 de octubre de 2008

El blues de la madrugada

En mi inútil prisión con ventana
con vistas a tu boca,
cuando muerde el silencio florido
del tabaco y del verso,
mis palabras se quedan vacías
como estatuas de roca
esperando quizás el milagro
de un instante perverso.

La noche se apresura dejando
Chamartín sin su rosa,
y en el aire resuenan las notas
de un tema de Sabina.
Creo que este poema recuerda
de forma sospechosa
a esa canción que quiere llenar
la ausencia de esta esquina.

Y aún tengo el vaso lleno del vino
de tu imagen cansada,
y en los labios se apagan los pájaros
que me dieron tormento.
Callo y nadie me escucha corriendo,
buscándote, mi hada,
por el aire resuenan los sones
de una voz sin aliento.

Con los bolsillos llenos de nubes,
de tristeza y vacío,
con las manos curtidas de tanto
mendigar tu regreso,
harto ya del reloj que socava
las horas de mi estío,
pienso solo en el disco que suena
y en dedicarte un beso.

Pronto abrirán las puertas del metro
de la plaza Castilla,
callará el claveteo nervioso
de tacones de aguja,
las farolas que alumbran la acera
con su luz amarilla
me traerán finalmente ese sueño
tardío que ya empuja.

Y mañana otra vez volveré
al polvo y la rutina,
a esos rostros sin rostro que a veces
me recuerdan al tuyo,
mientras dejan de oírse las notas
del tema de Sabina
y un trozo de cartón, tu retrato,
va minando mi orgullo.

© Juan Ballester

1 comentario:

juan ballester dijo...

Escrito el 17 de noviembre de 2000 (justamente un año antes de la fecha que partió en dos mi vida), mientras escuchaba una canción de Sabina titulada "A mis cuarenta y diez). Qué curioso, por entonces yo también tenía cuarenta y diez pero sin el diez.
Su estructura formal es peculiar, alternando versos de 10 y de 7 sílabas, y rimando en cada estrofa los versos 2 con 6 y 4 con 8.