Dejadme con mi sed.
Dejadme con las olas de un mar embravecido
donde no pueda nunca equivocarme
ni mis dedos se fundan con la arena
caliente del recuerdo.
Dejadme con la boca atormentada
hasta alcanzar los surcos de mi propia desdicha,
hasta acabar clavado
como en un alfiler a las mañanas
en que no me conozco.
Dejadme disfrutar de tanto sufrimiento,
de tanto perseguirme a través de la mente
aunque después no pueda
pronunciar el calor de los jarrones
ni esconder el invierno mortecino
de los amaneceres.
Dejadme en un paisaje
cultivado de pólvora y de huesos,
lejos de los horrores de mi carne,
lejos de los asilos
donde las mariposas escriben sus memorias.
Dejadme con la sed
mientras el sol se anuda en mi garganta.
© Juan Ballester
1 comentario:
Poema un tanto vaporoso que fue escrito el 6 de septiembre de 1998.
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