Se perderán los ojos.
Se quedarán perplejos contemplando
el profundo latir de los vencejos
describiendo en el cielo
imágenes que afloran por profundos barrancos.
Se quemarán los párpados, los rostros
de los que ya no gritan,
de los que ni siquiera se alimentan
de sórdidas visiones al borde del insomnio.
Se arrasarán de llanto las pupilas
como piedras lanzadas en plena primavera,
y se irán simplemente
a confundirse luego con los que nada saben
de rojas epidemias.
Se secarán los ojos como lobos revueltos
fatigados de tanto
buscarse en el silencio cristalino,
y un lecho de hojas secas
cubrirá torpemente su impalpable ceguera,
su bienestar eterno.
Se perderán los ojos
antes de que las nieves se invadan de negrura,
antes de que las piedras aúllen su inocencia,
antes de que se ponga
la máscara interior que adormece los campos.
Se quedarán vacíos,
anudados al mar de los recuerdos.
© Juan Ballester
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