sábado, 30 de abril de 2011

Si he de llamarlo amor

Si he de llamarlo amor, para qué tantas vueltas,
para qué escabullirme llenando renglones donde sólo está ella,
para qué malgastar el brillo de su nombre o el tacto de su ausencia;
si he de llamarlo amor,
quién habrá de sacarme de un futuro que intuyo de miseria,
quién pondrá en este océano de fuego una barrera,
quién callará mis manos y cerrará de nuevo la inopinada puerta,
la que se abrió de pronto, con miedo y sin vergüenza,
un día de verano, bochornoso y cualquiera.

Cómo explicar si no que han nacido estos versos que acaso nunca lea,
estas toscas palabras que ya no son palabras sino sílabas muertas,
indignas, incoherentes, imposibles, lejanas, como bocas hambrientas,
que reclaman silencio y olvido mientras se abren las penas.

Si he de llamarlo amor, para qué esta locura que no tiene respuesta,
para qué buscar causas, ni improvisar excusas, ni preparar defensas,
ni pensar en lugares ni hacer como que estudio documentos, sentencias,
reglamentos insípidos, leyes, contratos, cláusulas, que esparzo por la mesa.

Si he de llamarlo amor basta ya de rodeos y de letra pequeña;
es obvio que esta tarde todos los pensamientos a ella me recuerdan,
y no habrá nada, ni árbol, ni lectura, ni piedra,
ni amigo ni enemigo, ni razón ni locura que equilibre esta fuerza,
nada que me distraiga, nada que me convenza,
nada que neutralice mi corazón sediento de sueños y quimeras.

Si he de llamarlo amor,
no seré yo quien niegue lo que el alma celebra.

© Juan Ballester

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