La vida se resume en cuatro envases.
El primero, obviamente, el biberón,
ficticio sucedáneo del pezón,
clavo donde agarrarte, al que te ases.
El segundo, una lata de refresco
con sabor a limón, naranja o cola.
Jugar con los colegas, cómo mola,
el mundo y el dolor te traen al fresco.
Luego llega el tercero, la cerveza:
Ya eres un hombre al fin, sientas cabeza
y, gracias al trabajo, haces provecho.
Y por fin toca el cuarto, el gota a gota,
con la próstata mal, la boca rota
y te vas de una vez: esto está hecho.
© Juan Ballester
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