martes, 24 de mayo de 2011

La noche de las langostas


Dylan estaba aquí pero yo era una piedra,
un trozo de madera no apto para el llanto,
una hormiga, una gota de sudor, una lágrima,
una hoja arrancada a merced de los vientos.

Dylan estaba aquí, a dos pasos tan sólo,
tan cerca que podía rozarlo con un sueño;
estaba una vez más, quién sabe si la última
con su voz de tormenta y sus gafas de luna.

Dylan estaba aquí, me esperaba de nuevo
con Ramona y con Hattie bullendo en su maleta,
pero yo estaba seco, con las alas cortadas,
con el alma en un puño, con el vientre encogido.

Dylan estaba aquí, joven eternamente,
sin saber que mis pies son dos ciervos heridos,
sin saber que mis ojos son dos pozos sin fondo,
sin saber que mi boca es un túnel rasgado.

Y salió al escenario, la noche iba cayendo,
y miles de gargantas coreaban su nombre,
y miles de zapatos danzaban polvorientos
y en la granja de Maggie se trabajaba duro.

Y canción tras canción, acorde tras acorde,
los versos se extendieron por el cielo de julio,
pero yo estaba a oscuras, como un vulgar payaso
recorriendo el paseo de la desolación.

Y por fin la atalaya y la piedra rodante
pusieron broche de oro a una noche de magia.
Pero yo, amordazado, perdido entre la niebla,
me dejaba la vida detrás de unas cortinas.

Dylan estuvo aquí, y las langostas
cantaron en mi rostro su dulce melodía.

© Juan Ballester


Homenaje a Bob Dylan (n. 24 mayo 1941)

1 comentario:

Felisa Moreno dijo...

Cada vez me sorprende más la calidad de tus poemas, este me encanta. Un abrazo, espero que estés mejor, al menos más animado.