domingo, 20 de septiembre de 2009

Horas de mi niñez

Sentado en los albores de fresca primavera
(y son ya treinta y cinco los años malgastados)
deambulo entre los parques floridos y cuidados
y recuerdo los días de mi niñez primera.

Qué lejanas parecen todas esas jornadas
de colegio y de juegos, de merienda y de fiesta,
de acostarse temprano y de dormir la siesta
soñando con princesas y creyendo en las hadas.

Qué fue de aquellos tiempos repletos de ilusiones,
de besos maternales y libros de aventuras,
qué quedan de las risas y de las almas puras
ajenas a los actos de innobles corazones.

Qué atrás quedan ahora tantas horas felices,
esa existencia fácil a la que no di aprecio
marchita a cada paso irresponsable y necio
a base de tropiezos y a costa de deslices.

Hay que ser siempre niños, debe ser nuestro anhelo
quitarse la careta que muestran los adultos,
limpiar nuestros oídos de ofensas y de insultos
y sentarse ante el fuego, en brazos del abuelo.


© Juan Ballester

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